La industria de la tecnología busca un revulsivo que logre incentivar no solo las ventas en un momento de flaqueza colectiva sino mostrar su poderío para generar muestras de innovación. Los avances cosechados por los teléfonos móviles inteligente se mueven más lentamente que años anteriores. Mejores cámaras o más resolución son la lógica establecida por los fabricantes.
Propuestas arriesgadas como el LG G5 que intenta abrir mercado dado pequeños pasos hacia la telefonía modular son muestras de esa inquietud por materializar la próxima gran idea que marque la pauta. A veces uno piensa que las ideas se marchan a otros destinos. Los fabricantes y desarrolladores han comenzado a experimentar en otros ámbitos como la automoción y los hogares. Todo, absolutamente todo, se vende bajo la seña de identidad «smart», un término agotado que implica simplemente una ampliación de las funciones extra de un aparato electrónico que, en líneas generales, mantiene intacta su estética.
El diseño y la innovación se encuentran en el desafío de las pantallas plegables. Se lleva un tiempo conociendo algunas propuestas en ferias especializadas y en informes, pero no logran encajar en un diseño de un producto comercial ni por asomo. Lo tangible, lo materialmente probado son teléfonos con pantallas curvadas pero rígidas, es decir, no pueden doblarse ni enrollarse como uno sueña al amanecer.
Samsung, tras años de rumores, se encuentra en disposición de lograr este hito que, pese a lo inquietante de la idea, es posible que no encaje entre los hábitos de los consumidores. Se trata de un teléfono móvil inteligente con pantalla plegable en dos ángulos que, finalmente, verá la luz el próximo año,según ha desvelado el medio «Bloomberg».
Bautizado como «Project Valley», se trata de un programa del gigante surcoreano para fabricar pantallas flexibles y plegables para los «smartphones». El terminal en cuestión, cuyos prototipos se han mostrado en videos corporativos desde hace un par de años, consiste en un dispositivo con pantalla tecnología OLED que se pliega por la mitad como un libro, aunque se especula a que en su llegada finalmente se sustituya por los paneles QLED, cuyo lanzamiento está previsto para un año después, en 2018.
De esta forma, este dispositivo de 5 pulgadas podrá desplegarse para configurarse en una tableta de 8 pulgadas, según los pronósticos de «Bloomberg». ¿Tiene sentido esta combinación? ¿Hay interés en hacerlo real? Es más, ¿y qué tipo de aplicaciones puede sumar? Samsung, pese al oportunismo que le confiere este anuncio, no es la única firma tecnológica que explora las posibilidades y virtudes de este tipo de pantallas plegables que, a su vez, serían resistentes. Sony, LG o, incluso, Oppo son algunos rivales que, desde hace algún tiempo, dan muestras de ser capaces de alcanzar esta visión aún algo futurista de la telefonía móvil, que entre otras cosas, bien podría permitir un mejor traslado de dispositivos de grandes dimensiones. Imagínense, una tableta de 10 pulgadas de, digamos, 260 milímetros fácilmente guardada en un bolsillo convertida en un móvil.
Una desconocida «startup» china, Moxi Group, se asomó a la fiesta hace unas semanas presentando una serie de fotografías (aseguran que son reales) de una pulsera con pantalla flexible que muestra información, eso sí, en blanco y negro. Su tecnología se basa, según un comunicado, en el grafeno, considerado por muchos expertos como el material del futuro pero que no logra ofrecer visos de ser comercial.
Uno de los fabricantes más importantes de pantallas para lectores de libros electrónicos, E-Ink, sacó a relucir hace también relativamente poco tiempo una idea de pantalla enrrollable bajo la tecnología Mobius pensada para paneles de grandes dimensiones como carteles promocionales. Su virtud, aseguran, es la posibilidad de ajustarse a diferentes tipos de superficie.